En 1889 Vincent van Gogh escribió en una carta dirigida a su hermano Theo: «Este tipo de pintura modifica de algún modo su aspecto, se enriquece a medida que es observada y apreciada». En efecto, esos girasoles dan la impresión de salir del plano bidimensional y, al observarlo, ¡dan ganas de tocarlos! Sin embargo, sabemos que esto no debe hacerse, pues de lo contrario dañaríamos la pintura irremediablemente.
Para evitar eso, el Museo van Gogh, ubicado en Ámsterdam, cuida, protege y mantiene su acervo a través de la microfotografía, y de esta manera las futuras generaciones lo puedan admirar.

Vincent van Gogh, Girasoles, 1889. National Gallery.