La curiosidad es una de las características más importantes que han tenido los científicos durante la historia. Al menos, así lo comprobó Robert Hooke, quien siempre quería saberlo todo. Cuentan que en una ocasión desarmó un reloj sólo para conocer sus partes, luego las reprodujo en madera y con ellas fabricó su propia versión. ¡Qué extraño sujeto!
Robert Hooke nació en 1635 en Freshwater, una pequeña población en Inglaterra. Sus primeros conocimientos académicos los adquirió de su papá, quien además de ser clérigo, educaba a Robert en su casa, pues era un niño que se enfermaba muy fácilmente.
Con madera de científico
Cuando su padre murió, Hooke heredó mucho dinero y esto le permitió seguir estudiando. Después entró a la Universidad de Oxford, donde reafirmó su amor por las ciencias: le interesaban varios temas, como la medicina, la física planetaria, la arquitectura, la biología, la microscopía y el dibujo; de hecho, él mismo elaboraba sus carboncillos, tizas y pigmentos.
Su primer empleo fue como ayudante de química de uno de sus profesores y luego comenzó a realizar diversas investigaciones: estudió la elasticidad de los materiales, desarrolló un nuevo componente para los relojes de péndulo, construyó un telescopio con el que descubrió una de las estrellas de la constelación de Orión y escribió una de sus obras más conocidas: Micrographia.
Un vistazo al micro y macrocosmos
En 1665, Hooke escribió Micrographia, una enciclopedia científica en la que describió muchas alimañas y otros objetos —como insectos, esponjas, plantas, plumas de ave o láminas de corcho— que pudo ver a través de un microscopio y un sistema de iluminación fabricados por él; además, detalló la forma de algunos cuerpos celestes y los cráteres de la Luna que contempló con ayuda de un telescopio.
En ella también dibujó esquemas interesantísimos como el del piojo, que aparece panza arriba mostrando sus seis asquerosas patas y su cuerpo rechoncho —seguro porque acababa de comer—. También ilustró a detalle el cuerpo de una hormiga, con sus antenas, sus mandíbulas puntiagudas, sus tres pares de patas y su cuerpo peludo. ¡Al parecer todos los insectos son peludos!
Un tesoro para la ciencia
Gracias a esta publicación se usó por primera vez la palabra «célula», pues con ésta Hooke describió las pequeñas estructuras de las capas de un corcho, y que a él le parecieron similares a las habitaciones —celdas— donde vivían los monjes en los monasterios. El término «célula» permanece hasta nuestros días, lo usamos para referirnos a la parte más pequeña de la cual están formados todos los seres vivos.
Contrario a lo que se pueda pensar sobre los libros de ciencia, éste no es para nada aburrido; al contrario, cada texto explica las cosas de manera sencilla y hasta con humor. En su época fue de los libros más vendidos pues, antes que nadie, le mostró a la humanidad cosas de la vida diaria, pero que resultaban completamente diferentes, maravillosas y hasta monstruosas cuando las ponían bajo la lente del microscopio.
Me parecio un libro muy interesante ,el científico Robert Hooke un hombre muy inteligente
No entendi
Me encanto la historia estuvo re buena e interesante.